LA AGRICULTURA: LA ACTIVIDAD EN LA QUE MÁS AGUA SE CONSUME EN EL PERÚ

Por un uso responsable del agua en la actividad agrícola

Si bien podría parecer imposible pasar por alto la importancia del agua en la actividad agrícola (es, junto con la tierra, elemental para el desarrollo de la agricultura), actualmente no se le presta la atención necesaria a cómo es gestionado su uso en dicho sector económico.

Aunque el sector agrario ha tenido uno de los mayores crecimientos económicos en la última década[1], a raíz de la pandemia por covid-19 este se estancó y se comenzaron a evidenciar diferentes problemáticas ya existentes que, en este contexto, afectaban en mayor medida el desarrollo de las actividades agrícolas. Desde los diferentes problemas que ocasiona el cambio climático hasta la crisis que afronta el Estado para gestionar la compra de fertilizantes, se hace evidente una caída en el desarrollo de esta actividad en el Perú. Ante dicho contexto, resulta mucho más importante y urgente atender la problemática del uso del agua en la agricultura.

La agricultura recibe aproximadamente el 80 % del recurso hídrico en el país, mientras que el 10 % es destinado al consumo humano[2]. Este dato nos debería de llevar a tomar conciencia de la importancia que tiene el uso del agua en la agricultura y en qué medida se puede optimizar al máximo su uso, en tanto estamos hablando de un bien que cada vez es más escaso y una actividad económica esencial para garantizar la seguridad alimentario y cientos de miles de puestos de trabajo.

Quizás lo primero que haya que atender, como para ir en orden, sería el ordenamiento en cuanto al acceso al agua en las actividades agrícolas. Actualmente, existen dos maneras principales de obtener agua en la industria agrícola. La primera es directamente de un cuerpo de agua, principalmente un río, a través de la desviación de su cauce y su direccionamiento técnico hacia las instalaciones productivas e infraestructura de trabajo (como los casos del Proyecto Chavimochic I, II III en Trujillo o similares). La segunda es a través de la perforación de pozos para acceder a fuentes de agua subterráneas, la mayoría sin cumplir con la formalidad correspondiente.

En ninguno de los dos casos el Estado regula y controla de manera eficiente y estratégica el uso del agua, sin que se pueda tener data concreta respecto a cantidad de agua utilizada.

Según la normativa nacional y de acuerdo a la organización del Estado y las carteras ministeriales, es responsabilidad del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Agrario (Midagri) fomentar el uso sostenible de los recursos hídricos, de lo cual se desprende la creación de la Autoridad Nacional del Agua (ANA). Esta entidad es un órgano adscrito al Midagri y es la encargada de ejercer la rectoría técnica – normativa y establecer procedimientos para la gestión integrada, sostenible y multisectorial de los recursos hídricos en beneficio de los usuarios de agua y población en general, de manera oportuna y eficaz.

En ese sentido, desde la rectoría del Midagri y a través de la ANA y demás instituciones pertinentes, se deberían de sumar esfuerzos para que, de acuerdo a sus funciones y llevando a cabo o promoviendo las reformas y actualizaciones normativas necesarias, el consumo del agua para la agricultura por parte de las empresas y personas naturales pueda ser regulado de manera eficiente y estratégica. Aunque ese sería “el primer paso” para una reforma ordenada de la gestión del recurso hídrico en el país, en tanto se ocupa de la primera y primordial fase del proceso, la obtención del recurso; somos conscientes de que su materialización no solo podría tomar años, sino que además está muchas veces sujeta a los vaivenes y aconteceres políticos que interfieren con la gestión técnica.

En ese sentido, en paralelo a impulsar esta reforma, es necesario también que las empresas y los titulares de grandes territorios en los que se desarrollan actividades agrícolas tengan una visión “contemporánea” de la gestión del agua y la implementen. Para revertir esta situación no solo es necesario implementar sistemas controlados y de medición en cuanto a la cantidad de recurso hídrico que “obtienen” de la naturaleza, sino en cuanto al uso del mismo una vez dentro de la operación o infraestructura que ellos manejen, pues actualmente se desperdicia aproximadamente el 70 % del agua que se destina a la agricultura[3]. A su vez, ello abarca dos aspectos, tanto el uso, aprovechamiento y rehúso del agua para el cultivo concreto que se lleve a cabo; como también la descarga de aguas residuales, en caso estas sean generadas, sin afectación al ambiente o las personas.

Aunque implementar tecnologías de aprovechamiento y reutilización del agua puede llegar a ser costoso para algunas empresas, en tanto implica compra e instalación de infraestructura, así como capacitación a su personal en el uso de la misma y un lapso de tiempo de aprendizaje, el criterio que debe de guiar esa práctica es simple: ¿cómo mejoro la productividad de la planta, y, por ende, del área de cultivo? Dándole aquello que necesita para crecer más y mejor, pero no de sobra, pues ahí no solo desperdiciamos el recurso hídrico, sino que además afectamos el potencial de desarrollo de la planta.

Más allá de los recursos económicos y de infraestructura con los que se cuente, ese debe de ser el criterio que guíe el accionar de los actores en la agricultura. Un ejemplo concreto que nos puede permitir ver esta diferencia en cuanto al uso del agua es una comparación entre el distrito de Cieneguilla, en el cual las pérdidas por agua no controlada ascienden al 70%, el doble del promedio nacional; e Ica, donde las empresas agroindustriales vienen aplicando estrategias de reutilización y ahorro de agua en sus operaciones.

Ahora, no todo depende del sector privado o las personas naturales que se dedican a la agricultura, el Estado también tiene la responsabilidad de procurar y asegurar el acceso al recurso hídrico para quienes se dedican a la agricultura, no solo en gran escala, sino también para su subsistencia, como ocurre principalmente en la sierra y selva del Perú. En ese sentido, es crucial que desde el Estado se lleven a cabo grandes proyectos de gestión del agua, tanto para su captación y uso como para su tratamiento y recuperación, maximizando su productividad y cuidando la afectación negativa al medio ambiente.

Un ejemplo claro podría ser el proyecto Chavimochic, ubicado en la costa norte del país, cuya primera etapa data de la década del 60. Si bien este proyecto fue ideado para traer no solo beneficios en cuanto al uso del agua en el agro, sino también en cuando a la generación de energía eléctrica y la dotación de agua potable, es un referente en cuanto el desarrollo agroindustrial en el norte del país. Actualmente se viene desarrollando la tercera etapa de dicho proyecto, la cual permitirá mejorar 48 mil hectáreas para riego y uso agrícola, entre otros beneficios.

Recapitulando entonces, si bien agricultura y agua vienen a ser como dos caras de una misma moneda, no pareciera que fuéramos conscientes de ello a nivel país, en tanto existe aún mucho por hacer en la actividad que más recurso hídrico utiliza de todas las que se llevan a cabo en el país.

Como punto de partida, es necesario no solo regular de manera estratégica e integral el acceso al agua para riego en diferentes niveles, sino también controlarlo y cobrar los impuestos correspondientes por su uso. Seguidamente a esto, es necesario implementar una nueva cultura de uso del agua en la agricultura para favorecer su uso poblacional. Tanto a nivel macro como a nivel micro, el objetivo debe de ser siempre aprovechar al máximo el recurso hídrico, desperdiciarlo lo menos posible. Finalmente, el Estado debe de entrar a tallar en el asunto, no solo desarrollando más grandes obras de infraestructura hídrica para riego y regulando mejor el uso del agua, sino también promoviendo una cultura de uso responsable del agua en el agro y brindando beneficios a quienes lo hagan.

*Artículo desarrollado a partir de entrevista con el Ing. Carlos Silvestri


[1] 2017, Banco Mundial. Tomando impulso en la agricultura peruana: oportunidades para aumentar la productividad y mejorar la competitividad del sector.

[2] 2023, El Comercio. La misión urgente de mejorar el uso del agua en el Perú.

[3] 2024, El Comercio. La misión urgente de mejorar el uso eficiente del agua en el sector industrial.

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